El arte surge como un medio por el cual el hombre obtiene la posibilidad y la calidad de expresarse libremente. Tal vez a esta efímera definición la han sentido en varias oportunidades. En la libre expresión, puede hallarse el juicio, la crítica, la demanda individual o colectiva, reivindicaciones de índole político, exposición de los sentimientos y emociones, la experimentación propia o confeccionada grupalmente, etc. Y retomando el antedicho concepto, la creatividad o habilidad de crear determina la forma en la que se redacta o desenlaza el contenido de la libre expresión o la mera libre expresión. La adquisición y el desarrollo de esta habilidad extrañamente nata, suceden dentro de la escena de las manifestaciones o utilizaciones del poder imaginativo de la mente. Y finalmente, el poder imaginativo crece o decrece de acuerdo a las construcciones del ser como persona y al contexto en el cual se encuentra el mismo. Es por ello que, semejante a lo que señalaba Aaron Copland, la imaginación está en la esencia de toda creación e interpretación artística. En tanto a la interpretación, ésta puede presentarse al momento en el que el sujeto recepta visual y/ o auditivamente- incluso por medio del tacto- una determinada obra artística, y realiza un análisis crítico inmediato e interior (estado inconsciente) o luego de haber ya vivenciado y observado la misma (estado conciente), o al momento de que opta simplemente por reproducirla a gusto propio o semejante a la originalidad, es decir, aquella proporcionada por el autor. Cualquiera de los casos son producto de la imaginación. Es necesario ser una persona imaginativa tanto para realizar un análisis crítico como para la reproducción del hecho artístico. Lo que nos conduce a pensar en ciertas cosas, muchas veces deductivas o filosóficas, es la imaginación, además de la extracción sobre la acumulación de conocimientos previamente adquiridos. Si bien para construir un análisis crítico o elaborar la reproducción de un hecho artístico extraemos parte de nuestros conocimientos previos y colocamos en práctica nuestra capacidad o destreza de emplear mecanismos que nos permitan con fluidez cumplir dichos objetivos, se involucra también el poder imaginativo de la mente. ¿Porqué es que surgió específicamente aquella cosa en nuestra mente mientras realizábamos o construíamos el análisis o elaborábamos la reproducción a gusto o semejante? También es parte del trabajo de nuestra imaginación. El pensamiento se constituye principalmente por lo racional y por lo irracional, por lo conciente del acto de pensar y por lo inconsciente del acto de pensar. Lo irracional es la imaginación, la viveza desarrollada, pero incomprensible, la velocidad mental efectuada sin una consulta detenida de los conocimientos poseídos, la ocurrencia. Muchos de los artistas profesionales suelen no saber a qué “atribuirle mayor importancia”, si a lo racional (las técnicas y herramientas) o a lo irracional (el producto de la imaginación o la imaginación misma como herramienta abstracta de creación o de interpretación).
“Volviendo al compromiso”, el arte nos es subjetivo por el hecho de que el elemento de libre expresión, todo a lo que su conjunto refiere, no se expresa de manera objetiva, es decir que no se muestra desde sí, tal como es; se representa. De allí, decimos que la creación es única, pero que surgen innumerables variantes interpretativas, incluso hasta la del mismo autor realizándose una autocrítica. No se establece un solo esquema, un solo panorama, un solo entender de las cosas, y en ello se diferencia el arte respecto a la ciencia. Y por esta razón, el arte nos resulta tan dificultoso de definir o de concretar conceptualmente o literariamente. Pero a pesar de que no se establezca un solo esquema, un solo panorama, un solo entender de las cosas, lo cual podría conducirnos a pensar que el arte es una disciplina inestable, al menos aclaramos que el arte es para consigo mismo; todo lo que sucede dentro del arte, termina acabando en él, y no fuera de sus limitaciones existenciales.
Y la subjetividad del arte no es indeterminable en el sentido de que existe un “algo” que nos concierne a todos coincidentemente, que no nos permite hallar enlace entre la totalidad de las variantes interpretativas (de todo tipo, obvio). Todos coinciden tras esa duda común.
Ada en flash y en bikini (delirio tsunamidal)
Lanzado a despilparrafearse en el aire por Poncio Lucas Márquez
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